
Hay cada vez menos rubias y casi todas están en las antiguas repúblicas soviéticas. A las mafias el dato no les ha pasado inadvertido y se han lanzado al asalto de la última gran mina de oro capilar. Aunque el negocio es legal, tras las doradas extensiones de Paris Hilton se esconde el drama de miles de jóvenes madres rusas que renuncian a su pelo para comprar ropa y libros a sus niños.
Así se dejan rapar para huir de la pobreza.
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